Austria 1941, es tarde de domingo y en un recinto plagado de focos y torres de iluminación, se cruzan los destinos de dos hombres. Uno, el más flaco, vestido con un traje de rayas y triángulo azul en el pecho, golpea una pelota de trapos. El otro, con brillantes botas y abrigo lleno de medallas, le observa como doméstica esas cuerdas y trapos.
El de botas brillantes pregunta al mas flacucho por sus habilidades, al que este responde:
- «YO, SOY FUTBOLISTA. SOY SATURNINO NAVAZO»
Su camisa de rayas no es la del Deportivo Nacional, ni la de su último equipo el Real Betis Balompié, con su bello escudo. Son los harapos de preso, con la marca triangular y una E en el centro, que le distingue como apátrida repudiado de Franco. También lleva un número, el 5656, ,que no es su dorsal pero hará bien en no olvidarlo,su vida va en ello.
El de las medallas, no precisamente ganadas en campeonato ninguno, es el comandante de campo, Bachmayer.
El recinto, tan bien iluminado, es un campo pero de “Concetración”, el de Mauthausen.
Pero es a partir de este mágico momento, donde la vida de este burgalés, que desde el golpe de estado de Franco, donde encadena una sucesión de dolorosas y trágicas vivencias, arrastrándole hasta tan tétrico lugar tan apartado de su casa, empieza a “Normalizar”.
Hasta ese día, Navazo trabaja en el macabramente llamado “Muro de los paracaidistas”, una pared vertical de unos 70 metros, desde donde los soldados alemanes arrojaban a los más débiles.
El comandante, a cambio de que Navazo forme un equipo, le confina, pelando patatas, donde descansa, come y roba para sus “compañeros de equipo”.
Se estructura una especie de liga, con Húngaros, Checos, Polacos…y las tardes de domingo, aquellos partidos liberaban las mentes de los que todavía conservaban una pizca de fuerza, un pellizco de vida.
Un año mas tarde, un tren que viene de Auswichtz, trae un niño alemán, huérfano y de origen judio. Al bajarlo, el niño “patea” los tobillos de los soldados, para que no le corten el pelo. Ante
aquel surrealista espectáculo el comandante lo rescata, y lo lleva ante Navazo para responsabilizarle de su vida. Saturnino lo “apadrina” y comienzan juntos un camino.
1945 acaba la guerra y viene la Cruz Roja al campo, a llevarse los huérfanos a Palestina. Saturnino hace aprender al crio un nombre, una ciudad, un barrio y una calle.
Luis Navazo Tapia, nacido en Madrid, resido en el 47 de la calle Don Quijote en Cuatro caminos.
Así Navazo y el niño salen por la puerta, que otros 150000 habían entrado, pero por la “Chimenea” salido.
SATURNINO NAVAZO TAPIAS , quién con su pelota de cuerdas y trapos, logró un “Balón de Vida” y un pequeño compañero de camino.
By: Aitor.